Un enfoque terapéutico en el postparto
- Crisis de identidad. Fundamentalmente en madres primerizas, se pone en marcha un nuevo rol (madre) completamente desconocido y diferente a los anteriores (hija, hermana, esposa/compañera, profesional, amiga, etc.). Esto implica un cambio profundo en la identidad de esa mujer, que elabora un duelo despidiéndose de aquella que nunca volverá a ser y se habitúa a la desconocida que es hoy.
- Fusión emocional. La madre se olvida de si para poder sumergirse en el territorio emocional del bebé. Esto hace que pueda descifrar el enigmático código no verbal del recién nacido y así satisfacer sus necesidades básicas para la supervivencia (hambre, sueño, higiene, mirada y atención, contacto humano, contención emocional).
- Regresión. La fusión emocional produce una profunda regresión en la mujer, que revive sus heridas más primarias: las angustias, miedos, rabias y tristezas que experimentó siendo bebé.
- Crisis de pareja y sexualidad. Durante el puerperio, el orden hellingeriano de pareja e hijos es momentáneamente alterado para la supervivencia del bebé. Durante los dos primeros años, la madre centra su atención en el hijo para poder sumergirse en la fusión emocional y necesita que su pareja sostenga y apoye esta burbuja madre-bebé. Es decir, que el padre se “nutra” por si mismo y tome la energía suficiente para “nutrir” a la madre, que se encarga de nutrir al bebé. Asimismo, la sexualidad también se ve modificada en estos dos años. Cumplida la función de reproducción que da sentido orgánico a la libido, ésta brilla por su ausencia durante la primera crianza. La genitalidad se transforma en una vivencia sensual que se canaliza a través de la ternura, la suavidad y el calor (no olvidemos que la mujer está sumida en una regresión y que se encuentra en contacto con su bebé interno).El hombre y su papel en el puerperio están muy bien descritos por los estudiosos del tema. Merecería un artículo aparte hablar de sus vivencias emocionales durante esta etapa, el abandono y la carencia a los que se ven expuestos, la madurez y capacidad de auto apoyo que se espera de ellos para que puedan sostener a la díada madre-bebé pero que en la mayoría de los casos no tienen porque tampoco ellos fueron criados con unos “órdenes del amor” sanos.
Con sus “órdenes del amor” Bert Hellinger nos proporciona mapas que permiten detectar los bloqueos que impiden el flujo sano del amor en el sistema familiar. Del mismo modo, autores como Daniel Stern y Thomas Verny (psiquiatras británico y estadounidense) o Laura Gutman (terapeuta argentina) aportan esquemas que nos ayudan en el enfoque terapéutico para acompañar a una mujer durante el postparto.
De entrada, pongamos encima de la mesa el concepto de puerperio. Mientras el postparto se refiere únicamente a la recuperación física tras el alumbramiento (los famosos cuarenta días), el puerperio engloba aproximadamente los dos primeros años de vida del bebé. En ese momento se produce una transición hacia la separación entre madre e hijo que culmina con el inicio de la escolarización a los tres años.
La cultura dominante está muy lejos de los “órdenes del amor” en la crianza y el puerperio. Con la llegada de un hijo, la vida debe cambiar lo menos posible. El bebé debe adaptarse a los adultos, debe acostumbrarse a ser independiente desde el principio, la pareja y las relaciones sexuales deben continuar igual que antes del embarazo, la mujer debe recuperar su figura y su vida social … Estibill y su “Duérmete niño” son el gran estandarte de este conjunto de deberes.
En realidad, nuestra cultura refleja nuestras heridas. Se acusa a los padres actuales de un egoísmo que antes no existía, pero… ¿se puede dar lo que no se ha recibido? ¿Cuántos de nosotros hemos tenido madres que comprendieran nuestro llanto y le pusieran palabras? ¿Cuántos hemos sido apoyados al expresar nuestra frustración o rabia? ¿Papá permitía que mamá nos dedicara tanto tiempo? ¿Esperaron a que la autonomía fuera un logro conquistado o fuimos empujados a dar pasos para los que no estábamos preparados? La lista sería interminable.
El desorden del que procedemos desemboca en el desorden que vivimos actualmente. Las últimas investigaciones científicas nos confirman que el bebé es un ser sensible, consciente, dependiente y emocionalmente inteligente. Distingue con claridad si duerme solo o acompañado, si le alimenta su madre u otra persona, llora para manifestar una necesidad insatisfechas y necesita que un adulto (preferiblemente, su madre) le dedique atención y cuidado.
A partir de estas aportaciones se han podido trazar mapas que nos indican si el desarrollo de la crianza y el puerperio se están realizando de forma sana para padre, madre y bebé. Las características que definen el puerperio son las siguientes:
Este mapa no tiene la función de marcar una nueva lista de deberes. Cada madre y cada padre lo hacen como mejor saben y como únicamente pueden. Se trata tan sólo de una guía que nos permita detectar por qué lugares internos está transitando una mujer durante el puerperio. Muchas de las llamadas depresiones postparto no son más (¡ni menos!) que la tristeza por el duelo de todo lo que queda atrás o las angustias de la primera infancia revividas en el momento actual.
Una mujer que no puede sumergirse en el puerperio nos está hablando de sus heridas más antiguas y más inconscientes, que se ponen encima de la mesa gracias al contacto con su bebé.
Tener presentes estos “órdenes del amor” no implica que las mujeres no puedan trabajar fuera de casa si tienen un bebé o mantener relaciones sexuales o llevar una vida social activa. Tan sólo nos sirven para formular preguntas, como terapeutas que somos y acompañantes del alma humana. ¿Qué le ocurre a una mujer que no puede soportar el llanto de su bebé? ¿Qué llanto interno y antiguo está actualizando y le hace tan difícil el aquí y ahora? ¿Por qué necesita incorporarse al trabajo inmediatamente? ¿Su madre estuvo con ella durante sus primeros meses de vida? ¿Qué angustias y soledades están aflorando a partir del contacto con su recién nacido?
Las respuestas no son “lo que hay que hacer” sino el camino que vamos a recorrer para reparar lo dañado. Abren espacios internos como una oportunidad de oro para sanar heridas olvidadas. Frente a la cultura dominante que propone la evitación de esta profunda realidad emocional del puerperio, un buen acompañamiento terapéutico es un regalo inigualable para una mujer después del parto.
Si quieres saber más, visita Musicoterapia y Maternidad
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